Mi nombre es Yágoda, no uso apellido para no cargar con la herencia familiar. ¿Clelia? Era el nombre de mi abuela que conocí recién en el año 1999. Pues se había ido a vivir a New Jersey unos años antes de mi nacimiento. Lo uso a veces… Pocas veces. Pues conocerla fue la desilusión que más me marcó. Había una distancia entre ella y yo que nunca entendí qué la causaba. Ahora está muerta. No tengo recuerdos de ella más que verla dando órdenes y hablando un espanenglish complicado. No me sentí identificada con esa señora. Por eso soy Yágoda.
Nací en lo que fue Capital Federal el 20 de febrero de 1972. Pero viví toda mi vida en Castelar con mis padres: ella, ama de casa y él, chapista.
¿Cómo surge mi vuelco hacia el arte? Mi madre toma la decisión de enviarme a un taller a los seis años ya que lo único que hacía era pintar. Pintaba todo. Y vio que tenía que impulsar esa vertiente. Debo confesar que el primer día de mi clase en el taller lloré. Lloré porque no quería copiar lo que la profesora Cristina me había dado. No era desagradable la imagen del cartón. Unos pececitos muy coloridos, muy divertidos, cálidos… Pero no. Lloré a escondidas. Yo quería pintar. No copiar. No recuerdo cómo se resolvió la situación en las clases subsiguientes. Evidentemente le encontraron la vuelta y me conformaron.
Pasé la vida paseando y pasando por distintos talleres. Buscando. Y cuando no buscaba un espacio, buscaba en mí. Pintaba con cualquier cosa y sobre cualquier superficie. Eso también generó cierta frustración al intentar mostrar pues “el arte es óleo sobre tela”.
Finalmente en el año 1991, ingresé a la Escuela Municipal de Artes Visuales de Morón “Villa Mecenas” a un taller de Dibujo. Desde ese año, y ya pasando por distintos talleres comencé una cierta “orientación”. Mientras estudiaba Letras, pintaba. Y las entregas de trabajos prácticos o monografías siempre iban con un plus artístico, ya sea una ilustración o una pintura o un dibujo… Así empezó una relación entre Literatura y Pintura, relación que aún mantengo.
Hace cuatro años que tomé la decisión de vivir para el arte. Ingresé al taller de Víctor Dabove que impulsó mi desobediencia y me mostró que el arte no necesariamente es “óleo sobre tela”. Así exploté y comencé a meterme, como cuando era niña, en el galpón de mi papá que se encuentra en el fondo de mi casa. Entre el gasómetro, el compresor y las herramientas volví a jugar y a crear ya con chatarra que se descartaba de los autos que estaban para reparar. ¿Pintura? ¿Escultura? No sé. Chapa y Pintura. De ahí surge, también, el nombre de mi blog y la manera de definir mi arte. Y así, ese espacio funciona como taller de autos y atelier. Espacio que padre e hija comparten.
Ya sumergida seriamente en el arte, comenzaron las muestras colectivas. En las cuales pude presentar trabajos de distintas técnicas: pintura, objetos, conceptual, ensambles… Pero recién el año pasado pude realizar la primera muestra individual bajo el nombre “Chapa y Pintura”. Este año presenté la segunda parte. Ambas muestras fueron gestionadas por Mecenas y el apoyo de la Secretaría de Cultura de Morón. Esta posibilidad y el hecho de haber ganado un primer premio en un concurso de Ilustración, fueron el empujón a animarme a cruzar General Paz.
Ya del otro lado, la galería Alicia Brandy me elige en dos convocatorias para dos muestras diferentes. En ambas me presento con trabajos digitales. Camino que sólo lo tomaba como un proceso experimental. Hoy en día, estoy participando de la tercera muestra en esa galería.
En mayo, me presento en la convocatoria para el Gallery en la Galería El Gato Viejo – ARTEME, que funciona en el atelier de Carlos Regazzoni. Desde ese momento me presento mes a mes con mis obras. Y fue en octubre que, junto a Marco Aresta (Portugal) realizamos una muestra que tenía como consigna “La Infancia”.
Para esta muestra me apoyé en “Emilio” de Rousseau y la oportunidad de sacar ventaja al usar la mano izquierda gracias a una tendinitis y buscar la libertad absoluta, la libertad plena del niño. Esa experiencia fue el reencuentro con la nena que lloró en la primera clase de taller a los seis años. Experiencia que se incorporó y no creo que abandone: todos somos ambidiestros.
Y esa vuelta a la libertad me hizo indagar en la posibilidad de intervenirme a mí misma tomando los trabajos de la carpeta del jardín. Intervenciones que implican toda técnica, toda expresión libre manteniendo la frescura y fuerza de esa etapa.
En el mes de octubre, también, la galería Appetite en su muestra colectiva Sex & Violence expone uno de mis trabajos ya de carácter conceptual.
Si se busca encontrar una explicación a la diversidad de caracteres de mis obras, quizás haya que situarse en mi hiperactividad creativa. Característica que me hace trabajar en simultáneo y en serie ya que, estoy convencida de que todo es potencialmente arte.
2 comentarios:
qué buen blog! ya lo estoy compartiendo. cariños
Gracias Guaz!
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